
Desde el 1990, cuando se hizo el estudio para este libro, han perdido mucha fuerza las tradiciones populares. Especialmente el culto de María Lionza y las condiciones en sus altares han sufrido un deterioro tremendo.
Siempre Ella
En el comienzo estaba la tierra
y se llamaba “madre”;
era la inmensidad de la selva,
las raíces y los retoños
y la semilla del porvenir.
En la cabeza llevaba la luna
creciente, y su sexo
era umbral para las cosechas
y los entierros.
Desde el mar llegó una virgen
tierna y majestuosa,
alumbra con su compasión
los caminos de la gente.
De nuevo surge ella,
airada y dulce,
reina María Lionza,
sana por las aguas y los fuegos
y es dueña de hermandades.
La madre persiste siempre,
árbol inagotable,
gesta sus hijos en sueños
y le brotan flores de luz.
EL PAIS MADRE
Venezuela es un país madre: madre virgen y violada, madre fértil, madre devoradora y consoladora.
Su carácter maternal se revela en sus paisajes, en su historia, en la manera de sentir y vivir de su gente.
Desde la prehistoria los seres humanos han adorado a diosas que conciben como madres poderosas. Según una perspectiva posible, todas ellas en el fondo son una sola, un único principio universal. Al mismo tiempo, para conocer a fondo a esa Diosa y descubrir todo su poder y su belleza, tenemos que acercarnos a sus manifestaciones específicas según los distintos tiempos y lugares. Este es un libro sobre las diosas de Venezuela: las deidades precolombinas, la Virgen María y la nueva diosa madre, María Lionza.
Una diosa representa una visión de lo femenino que surge tanto en las mujeres como en los hombres. Las mujeres se sienten más cercanas a las diosas y reconocen en ellas su destino. Para los hombres representan, además de la protección maternal, lo “otro” con lo cual necesitan relacionarse para disponer de sus capacidades de amor y creación.
En el curso de la historia, sin embargo, los hombres han sentido muchas veces el poder de la madre primordial como un peligro y han tratado de dominarla, de darle formas compatibles con sus miedos y sus deseos. Por esta razón han manipulado las imágenes de las diosas, creando modelos difíciles de asumir para las mujeres. Veremos cómo lo han hecho también en Venezuela y cómo, sin embargo, la imagen de lo femenino ha logrado imponerse aquí en su poderosa totalidad.
Venezuela, dijimos, es un país madre. Aquí el poder de lo femenino siempre ha sido muy grande. Sobre las primeras sociedades en gran parte matriarcales se impusieron otros patrones, caribes y europeos, pero la mujer no ha dejado de ser el centro de la vida de los grupos familiares. Se le sigue atribuyendo y exigiendo la fuerza de la gran madre.
En Europa y el mundo anglosajón el orden masculino de la razón sujeta la vida bajo sus leyes desde hace siglos. En Venezuela esto no ha sucedido. A pesar de la aparente adaptación del país al mundo “occidental”, sea europeo, o sea, en las últimas generaciones, norteamericano, tan sólo una pequeña parte de los venezolanos ha asimilado profundamente los valores introducidos. La confusión que entorpece el fluir de vida venezolana en tantos niveles, representa en parte una protesta y una protección contra la imposición de reglas ajenas.
En Venezuela “puede suceder cualquier cosa”. Son posibles las experiencias más horribles, así como las más maravillosas y todos viven expuestos a lo imprevisto, en un grado inimaginable en los países dominados por la técnica y la organización rígida generalizadas. Este espacio abierto a los contrarios – y abierto por eso mismo a la imaginación, la creatividad, la poesía – es el ámbito de la Diosa, que a diferencia del austero Dios patriarcal de las sociedades occidentales modernas tiene siempre muchas caras, unas luminosas y otras oscuras.
No es sorpresivo, entonces, encontrar que las deidades femeninas hayan tenido y tengan tanto relieve en Venezuela. Las diosas precolombinas, la Virgen europea y más tarde mestizada, la bellísima y temible María Lionza, expresan la esencia de este país.
EN EL COMIENZO
Nadie puede saber a ciencia cierta cómo era esta tierra y cómo era su gente en el origen de los tiempos, o antes del contacto con Europa. A través de la nostalgia, y de la indignación por lo que fue violado y quebrado, algunos sueñan un paraíso terrestre. Otros, identificándose con la razón extranjera, conciben un estado primitivo, poco desarrollado de la existencia humana. En todo caso, aquel mundo inasible para nosotros e irremediablemente perdido, lo reflejamos a través del después.
Algo, sin embargo, entendemos por el estudio de los indios acosados de los siglos después de la conquista, de su vida y sus mitos; y algo entrevemos también a través de la imaginación, en la poesía y en el arte inspirados por esta misma tierra.
Era la inmensidad de la naturaleza. Era una gente identificada con ella.

Al principio no fue la luz, sino tu carne;
tu carne sola, agotadora, inmensa.
Fueron tus senos y tu piel de azafrán alucinado,
y el nacimiento de oro de tu sexo.
Así lo siento mientras
desnuda duermes sobre la tierra, y tu gran cuerpo
vibra en la eternidad que tú iluminas
con sus doradas ramificaciones; con sus raíces
que se tuercen y se encrespan en tu verde
materia; y esponjan altos pechos resinosos
y abren bocas sexuales y curvas superficies
bruñidas, y cabellos
con trémulas abejas meteóricas y claras
uñas de ópalo muerto.
Y abajo tus grandiosos pies de nácar,
y el vientre y su redonda penumbra ebanulada,
y su labio cortado que duerme, y duerme y duerme
bajo las destellosas uranias del silencio.
La Muerte y tú van juntos por una alfombra de oro.
Alí Lameda, La Anaconda estrellada, V
Recodo del río
Frutas azuladas por luciérnagas
en un lento movimiento de hojas.
Calma de la noche
que palpita en lumbres
de orquídeas tenues
en sus bordados lilas.
Hondo en el alma
es el espacio
que todo lo refleja
en el agua oscura.
Vicente Gerbasi, de Edades Perdidas
LA LUNA DE VALENCIA

Al llegar los españoles existía ya desde hacía varios siglos en la zona central de Venezuela – desde Tucacas y Valencia hasta Caracas y la costa – una cultura desarrollada, que nos ha dejado en sus artefactos de cerámica un claro testimonio de la centralidad de lo femenino en su mundo.
Las comunidades que componían esa cultura eran sedentarias, dedicadas a la caza y la pesca y también a la agricultura, la cual sobre todo en la cercanía del Lago de Valencia tuvo un clima y un suelo propicios para su desarrollo. Era la mujer quien sembraba y cosechaba los cultivos de maíz y yuca; y en torno a la mujer giraba un complejo de imágenes que celebran la fertilidad.
El agua es el elemento esencial fecundante, y las figuras zoomorfas representan los animales del Lago: la tortuga, la rana, el pez. A parte unas pocas que representan viejos deformes o fetos (también asociadas con la fertilidad), las figuras antropomorfas son femeninas e insisten en el sexo de la mujer. Algunas son grávidas o se agachan en cuclillas, en posición de parto.
La luna es luz de la noche y dueña de la savia; y la mujer es cíclica como la luna, como las estaciones. La extraña cabeza de las estatuillas tiene la forma del cuarto creciente de la luna.
Es muy probable que estas imágenes – las “Venus” – fueron usadas en ritos para propiciar la fertilidad; es evidente que representan el foco de las creencias de esa gente sobre los poderes que rigen el mundo. No es exageración llamar “diosa” esa figura que por su relación con la tierra cálida y fecunda era dueña del nacer y madurarse de plantas y animales, y de los mismos seres humanos. Ella se veía reflejada en la luna que renace en el cielo oscuro y crece día a día. Debía contener también la amenaza de la luna negra, de la noche sin destellos de la muerte, de la marchitez que sigue a la floración
LA MADRE DE AGUA
En el curso de la evolución de la sociedad humana, en todo el mundo, las comunidades mayormente matriarcales ceden el predominio al orden patriarcal. En Venezuela, esta transformación se refleja en la sucesión de las sociedades matriarcales arawakas y las posteriores, patriarcales, caribes. Los mitos cambian en correspondencia con los cambios sociales y las figuras femeninas, antes dominantes, creadoras y positivas, son relegadas a un lugar de importancia secundaria y transformadas en malas y amenazantes. La tribu de las “amazonas”, por ejemplo, mujeres guerreras valientes que según la vieja leyenda viven sin hombres en una montaña remota, más tarde se convierten en espíritus malignos [1].
Las fuerzas femeninas, en los mitos indígenas que se recogen hoy día, casi siempre tienen una relación estrecha con el agua, el elemento de principio y del fin. Nacemos del agua del vientre y con la muerte nos deshacemos en húmeda descomposición; el agua pertenece a una dimensión abismal. Muchas veces las mujeres míticas son asociadas con animales del agua, el pez o la rana o la gigantesca culebra que se considera la “madre de agua”; son sus sirvientes o las formas que ellas mismas pueden asumir.
La Pulowi de los guajiros come el Arca andina (de las cuales hablaremos más tarde) son espíritus – diosas, podemos llamarlas – de este tipo, emanaciones del lado peligroso de la naturaleza, aterradoras para los hombres. La misma María Lionza en su origen fue probablemente un espíritu acuático y una de sus facetas es todavía la de encanto de los pozos de la montaña de Sorte.
Como ejemplo de un mito que demuestra las actitudes patriarcales hacia las fuerzas femeninas, podemos citar un cuento de los makiritare. El héroe Wanadi quiere casarse con Kaweshawa, hija del dueño de los peces, pero sabe que se esconden caribes en su vagina. Pide a unos animales amigos destrozar los terribles dientes de esos peces; luego se casa con ella y la obliga a mudarse, junto con su familia, a la tierra donde el poder está de su lado [2].
Según un mito de los indios taurepán y arekuna de la Gran Sabana, el demonio de las aguas tiene dos hijas que seducen con su canto a los indios bellos y los hacen trabajar para el padre en sus cultivos en el fondo de los ríos. [2a] Los yanoama contaban que cuando el tiempo está nublado sale Kumareme, una bellísima mujer de larga cabellera que encanta y enferma a los hombres [2b].
Existen también, sin embargo, cuentos indígenas donde las mujeres míticas aparecen como benefactoras de la raza humana: la Dueña de la Yuca de los makiritare [3], por ejemplo; o las hijas de los Hekurá que según los yanoama curan a los enfermos [4]; o la mujer llamada “araña” que enseñó a los guajiros a tejer [5].
PULOWI
La sociedad guajira conserva muchos aspectos matriarcales. El famoso baile de la chichamaya, o yon’na, en el que la mujer tumba danzando al hombre, simboliza la supremacía de lo matriarcal [6]. La familia guajira se ordena alrededor de la mujer. El hombre se muda al casarse al hogar de la esposa y los hijos le deben obediencia a la madre y al tío materno más que al padre. Las mujeres, por la educación que reciben durante los años del “encierro” que comienza con la pubertad, son superiores a los hombres en el conocimiento de su cultura y sus artes. Los hombres, por lo general, se ocupan del ganado y de la protección del honor de sus clanes. (Es necesario aclarar que, entre los guajiros que se han mudado fuera de su desierto, sobre todo a la ciudad de Maracaibo – y ya son la mayoría – estos equilibrios se han roto y muchas veces la relación de poder entre hombres y mujeres es la opuesta a la tradicional.)
El contacto con fuerzas sobrenaturales es una parte importante de la vida guajira y entre ellas sobresale, como ya podríamos suponer, una figura femenina, Pulowi. Los guajiros no tienen, ni han hecho nunca, imágenes de sus figuras míticas; pero conocen su apariencia por los sueños y por los contactos con ellas, y en los cuentos las describen detalladamente.
Pulowi puede asumir muchas apariencias diferentes. A veces es venado, muchas veces culebra, y la culebra puede tener siete cabezas. Le pertenecen todas las criaturas del mar y los animales silvestres de la tierra. Se manifiesta como una niña o como una vieja fea; y para seducir a los hombres como una muchacha bonita, a veces con aspecto de blanca. Algunos cuentos la representan como una mujer hermosa y rica, cubierta de joyas. Ella rapta a los hombres, sobre todo a los buenos cazadores, porque es la protectora de los animales. Se los lleva para su casa escondida y se acuesta con ellos; después no pueden regresar más al mundo humano. Si les permite irse, son incapaces de guardar el secreto que ella les impone, y se los vuelve a llevar para siempre.
Los guajiros tienen mucho miedo de los lugares “pulowi”. Creen que, si por descuido o desconocimiento se acercan a uno de estos lugares encantados, se perderán o se enfermarán. Los pequeños cerros, las rocas extrañas y las cuevas, los lugares con más vegetación o con agua, todos pueden esconder el peligro de la presencia de Pulowi.
Según cuentan, cuando aparece Pulowi el mar se vuelve rojo. Ella hace naufragar los barcos y se lleva a los pescadores a su casa en el fondo.
Ella puede salir también cerca de las casas, una mujer de pelo largo que va caminando, que se ve desde atrás. A veces se oyen los tambores de un baile y la gente se pregunta dónde será esa fiesta. Van a buscarla y no hay nada. Pero la persona que oye bien y sigue el sonido y alcanza a ver, está condenada a que le suceda una desgracia, quizás morirá.
Hay una historia de dos extranjeros que subieron a la cumbre de un cerro de Pulowi. Vieron un ojo de vaca del tamaño de una roca grande que les miraba. Les dio frío en el cuerpo; bajaron aterrados y al poco rato murieron.
Pulowi tiene poder en el mar y en la tierra, mientras su marido Juyá, el dueño de la lluvia, domina en el cielo [7]. Juyá es la luz; Pulowi actúa en la oscuridad. La enfermedad y la muerte pertenecen al ámbito de ella, como también la medicina. La mayoría de los piaches son mujeres, quienes por su identidad con Pulowi tienen más fácil acceso a la dimensión oscura donde el espíritu del enfermo puede andar perdido [8].
Pulowi es oscura y aterradora, pero también representa la belleza y protege la naturaleza de la Guajira. Su encanto es una parte esencial del universo guajiro; y preocupa a esa gente, sobre todo a los viejos, el hecho de que su presencia se hace sentir cada vez con menos frecuencia. La mengua de Pulowi señala la crisis de una cultura hermosa y demasiado asediada.
LA PAREJA DE LOS ANDES
También en los Andes, según los historiadores, existió en la época precolombina una divinidad masculina, Xuhé, representante del sol, de la luz, del principio intelectual, contrapuesto a la diosa Chía, la luna, el poder de la vida primordial [9]. Chía se concebía como una mujer bella pero maligna y seductora. Otra diosa, Ikake, de los cuicas, era protectora de la agricultura y favorecía la fertilidad, sea de la tierra como de las mujeres. Ikake, parece, fue adorada por los indios en su templo de Escuque con ofrendas de “mantecas de cacao, hilo de algodón, carne de venados y aun víctimas humanas, cuentas de piedras de colores y pequeñas mantas” [10].
Los campesinos andinos cuentan todavía una leyenda indígena sobre el origen de la raza humana en su región, según la cual la primera pareja salió con un cántaro de la laguna alta de Santo Domingo y caminó, dejando caer gotas de agua que formaron otras lagunas, hasta Lagunillas en el valle del Chama, donde vertieron el resto. El pueblo y la laguna de Lagunillas fueron por siglos el centro espiritual de Los Andes; muy probablemente existía allí una escuela de sacerdotes con sus prácticas de iniciación [11]. Aún quedan restos del antiguo culto en las creencias que rodean a esa laguna y en las ofrendas y rezos que se le hacen, hoy día asociados a menudo con el culto de María Lionza. La laguna de Lagunillas es hembra, como la mayoría; aunque se reconocen también lagunas masculinas, y algunos viejos cuentan que el pueblo de El Morro está construido sobre el lecho de una antigua laguna que fue el compañero de la de Lagunillas.
Los dioses indígenas se han convertido, en las creencias de los campesinos de ahora, en “encantos”. Los siglos de persecución por los españoles, que veían como demoníaca la religión autóctona – y las prácticas de curación de los mojanes -, non terminaron de suprimir la fe en el poder de la pareja primordial. Algunos de sus aspectos positivos, sobre todo el de favorecer los cultivos, han sido absorbidos por santos cristianos, como por ejemplo San Isidro [12], pero ellos sobreviven también en las figuras de Arco y Arca, espíritus de la montaña, de las lagunas y los cauces de agua.
Arco y Arca son encantos peligrosos. Cuando toman forma humana son catires, de ojos claros; pueden ser de cualquier edad. Aparecen además como animales, truchas, cochinos o culebras; también en los Andes las culebras muy grandes son conocidas como “madres de agua”. Arco y Arca aguardan en los pasos de los riachuelos, sobre todo al lado de las cascadas donde la luz centellea en el agua, y pasman y enferman a la gente que pasa por allí. Arca roba niños, hasta en el vientre de la madre.
Pero la relación de los campesinos con los dioses de antes no está sólo y siempre caracterizada por el miedo. Según un testimonio de un páramo remoto, donde todavía son llamados por el antiguo nombre de “cheses”: “Ellos son una gente muy buena, son un señor y una señora y los demás que están con ellos… Usted puede encontrarse con ellos – esto es un misterio muy grande – tiene que andar usted sola con su corazón. Sólo se oye, no se ve nada – siempre dicen nosotros, no dicen yo, y saludan ‘mire, paisano’, o ‘paisana’, no conocen otro apelativo. Quieren la dedición [sic]… Uno no muere, se va con ellos. Ellos le avisan a uno cuando lo van a llevar, le dicen el día y la hora, para que se vaya con ellos, para estar mejor.” [13]
La medicina, el poder de curar, también se asocia con los encantos de las lagunas. Los campesinos dicen que una persona raptada por los encantos y llevada al fondo de una laguna, si es digna, volverá a la tierra, quizás al cabo de muchos años, convertida en “médico” capaz de curar todos los males. La señora Natividad Cadenas estaba muy enferma cuando niña y su padre la llevó, junto con su hermana, donde una médica de Lagunillas. Un día, decía ella, la médica les vendó los ojos a las dos y las llevó a una casa en el fondo de la laguna. Estuvieron allí varios años, cumpliendo el aprendizaje para médicas, y luego volvieron de la misma manera. Natividad fue por el resto de su vida una curandera que merecía la confianza de una extensa comunidad paramera. El díctamo real, la mata de la larga vida, se alumbraba desde dentro cuando ella se le acercaba; y ella hacía todas las medicinas con el agua de un pequeño manantial que surgía al lado de su casa.
LA ULTRAMARINA
El gran cuerpo de América fue violado por los invasores españoles. Hombres a quienes nada les importaba su dulzura salvaje, lo penetraron y devastaron en busca de tesoros y le impusieron su gobierno. Las sociedades indígenas, sean matriarcales o ya patriarcales, cayeron bajo el dominio de otra ley, machista en sus principios. Un cosmos fue reventado; en muy poco tiempo quedaban sólo vestigios, fragmentos.
Los hombres responsables de semejante catástrofe venían, paradójicamente, bajo los auspicios de una figura femenina, la Virgen María. Cristóbal Colón fue devoto ferviente de la Virgen; en su retrato como navegante sostiene su medalla en la mano, “dio al buque almirante el glorioso nombre de la Madre de Dios, ‘Santa María’, y reunía todas las tardes sus tres carabelas para cantar en coro la Salve a su gran protectora. En premio a tan tierna confianza, María da al gran Almirante la gloria de descubrir un nuevo mundo” [14]. Daba nombres referentes a la Virgen (‘Nuestra Señora’, ‘Concepción’) a los lugares donde llegaba y dejaba imágenes de ella cuando se iba.
Quizás no fue esa María quien presidió el mestizaje de las razas, sino otra divinidad más sensual que por darle uno de sus nombres ha sido llamada la ‘Venus venezolana’ [15]. Sin embargo, fue en parte por las ventajas de la asimilación al mundo cristiano que las mujeres indias se entregaron con tanta facilidad al conquistador [16]. La Virgen María, en su aspecto de madre tierna, foco de la adoración respetuosa de los hombres, era una fuerza nueva en estas tierras y ofrecía una nueva imagen de la mujer. Los primeros misioneros católicos centraban sus esfuerzos de conversión en esta imagen, que impresionaba fuertemente a los indígenas.
Resulta así que, desde el comienzo, la Virgen cristiana ha tenido en Venezuela un aspecto dual: aliada del invasor, promotora de leyes morales ajenas, y al mismo tiempo fuente de compasión y de apoyo que inspiran la adoración y la confianza del pueblo. No es posible, por supuesto, separar completamente la Virgen convencional de la popular, pero con el transcurso del tiempo se han ido perfilando dos figuras bajo el manto azul de María.
Una cierta dualidad de la Virgen existía ya en Europa, donde los campesinos veían en ella también una diosa de la fertilidad, heredera de los poderes de divinidades de extrema antigüedad, mientras que para las clases cultas representaba una figura más netamente espiritual. En América, sin embargo, el doble aspecto de María cobra otros matices. Por un lado, es la Virgen siempre española, patrona de la gente decente que vive según los mandatos de la iglesia, sobre todo en lo que concierne la vida familiar y de pareja. Es la hija obediente, la esposa ejemplar, la madre sometida a la voluntad del hijo. Por el otro lado, es una “virgen” en el sentido antiguo de mujer suficiente en sí misma, madre generosa y compasiva para todos los que la aman, cualquiera sea su condición social o hasta moral, y diosa con poderes sobre la naturaleza que la asimilan a divinidades autóctonas. La Virgen popular americana es una figura particular, sincrética, mestiza como sus fieles.
DE NUEVO LA MADRE DE AGUA
La patrona de la nación es la Virgen de Coromoto, quien, en el año 1651, le apareció al cacique de los indios cospes caminando sobre las aguas de una quebrada. Habló al indio en su propio idioma, diciéndole que fuera donde los blancos para recibir sobre la cabeza el agua de la salvación.
Existen personas que consideran que no hay diferencia entre esa señora y la que en la misma época apareció en la selva de Yaracuy, que en el curso de los siglos ha adquirido el nombre de María Lionza. Es cierto que su asociación con el agua acerca a la Virgen María a las mujeres acuáticas de la mitología indígena de las que ya hemos hablado. La figura no es la misma, es más dulce, maternal, lleva al Niño en los brazos, pero igualmente escoge el agua (que fue usado también por los indios en sus ritos religiosos) como su elemento.
Podríamos decir que la Virgen se aprovecha de una predisposición de la gente para encontrarse con la divinidad en los ambientes con agua, escogiéndolos para hacerse presente con su nuevo mensaje de gracia y compasión. De todas maneras, es interesante notar cuántas de las imágenes de María que se veneran en Venezuela fueron encontradas en proximidad de las aguas de los ríos o del mar [17].

La estatua de la Virgen del Valle apareció, según cuenta la leyenda, en la playa de la Isla de Margarita. El cuadro de Nuestra Señora de Paraute salió en 1651 del Lago de Maracaibo cerca de la desembocadura del río Paraute, así como el de la Virgen de Chiquinquirá, que fue encontrado casi destrozado en la playa del Lago, renovándose luego milagrosamente. La imagen de Nuestra Señora de Peña Admirable de Parapara, Estado Guárico, es una piedra grabada aparecida en una mata de lirios al borde de una quebrada (1720), la de Nuestra Señora de los Valencianos de Villa de Cura, Estado Aragua, otra piedra coloreada encontrada por un viejo indio en un río a mediados del siglo XVIII.
Existen muchas leyendas similares, sin contar las que relatan el descubrimiento de las imágenes en los árboles o dentro de la tierra, también ambientes propios de una madre de la naturaleza.
La Virgen de Betania, una nueva figura que ha traído mucha alegría a los venezolanos marianos de nuestros días, apareció por primera vez en 1976 en una finca cerca de Los Teques y de la capital. Aquí la Virgen escogió para manifestarse un ambiente donde sale de un cerro un agua dulce, según creen los fieles con propiedades curativas, y donde entre los árboles una fresca brisa juega con los rayos del sol.
LAS VIRGENES VENEZOLANAS

En Venezuela, como ya vimos, el papel de la Virgen fue de importancia fundamental en la asimilación de los indígenas al mundo español. Las misiones hacían resaltar su figura de madre compasiva y muchas de las primeras iglesias fueron fundadas en su nombre, de Quibor a Táriba y de Barcelona a Maracaibo.
Venezuela sigue siendo muy mariana. El amor que se ofrece a la Virgen y que se recibe de ella, parece ser en la experiencia de muchos algo más cercano que el amor a Dios; y no se piensa en Dios sin pensar también en ella. “Que Dios lo lleve y la Virgen Santísima lo cuide”, dice el tradicional saludo de los merideños. Ciudades y parroquias en todo el país han escogido a María como patrona, bajo alguna de sus tradicionales advocaciones: la Inmaculada Concepción,
el Perpetuo Socorro, la Consolación, las Mercedes, el Rosario, el Carmen y otras, muchas veces a raíz de la aparición de una imagen de ella. La patrona del ejercito y las fuerzas policiales es la Virgen del Carmen, quien promete socorro ante los peligros, y esta Virgen es una de las que más devotos tiene en el país. Todos saben que la Virgen es una sola y siempre la misma; pero los pueblos y los individuos, por tradición y por favores recibidos, ofrecen su devoción en una advocación particular de ella.
Las Vírgenes de otro origen, como las de Lourdes, de Loreto, de la Regla, también son objeto de fe y cariño; pero ciertas Vírgenes se han convertido en figuras particularmente venezolanas, siendo la de Coromoto, quien apareció en esta tierra y es su patrona, la primera entre ellas. Su santuario es lugar de peregrinaje constante y la pequeña imagen que ella dejó en la mano del indio asombrado y que se conserva en la antigua iglesia de Guanare, es objeto de una veneración profunda.
La Virgen del Valle, de Margarita, recibe la fe de toda su región y sobre todo de los marineros, quienes se dirigen a ella para que los salve de los peligros del mar bravo. La “Chinita”, la bella Virgen de Chiquinquirá, es adorada y festejada por los zulianos; y la Divina Pastora de Santa Rosa es la patrona particular de Barquisimeto, donde se considera muy milagrosa. La Virgen del Socorro de Valencia, defensora contra pestes y ataques a esa ciudad durante el siglo XVIII, y la de las Mercedes de Caracas, protectora sobre todo ante los terremotos, son otras advocaciones que se han arraigado en la conciencia religiosa nacional.
Todas estas Vírgenes, y otras más, se celebran con grandes fiestas y procesiones en su día del año, arropadas con espléndidas mantas y joyas y acompañadas por cientos de miles de devotos. Son veneradas y amadas, además, de una manera muy personal, por los milagros y favores que han concedido en horas difíciles.
… desde la maravillosa aparición de la Virgen al Cacique de los Coromotos, esta nación amada, alzada entre mares y cordilleras y acariciada por el bravo sol tropical, es propiedad de María; y las brisas de nuestros valles y el aroma de nuestros campos son el aliento de su pecho virginal; y es Ella la que da a nuestras montañas la grandiosidad que las adorna, y da a las aguas de nuestros ríos la fuerza que fecundiza nuestras tierras, y a los ocasos de nuestro sol, crepúsculos maravillosos, y a las estrellas de nuestro firmamento peculiar esplendor y belleza, y a los hijos de nuestro República el heroísmo que los distingue, y a los rústicos moradores de nuestros campos la profunda fe que los salva!
Mons. Salvador de Montesdeoca
Cuando arriamos la vela
se desata el temporal,
las olas vienen y van
como entre blancas estelas.
Pajarillo tú que vuelas
dice en un silencio mudo
viaja rápido y rudo,
no dejes que el mar estalle,
dile a la Virgen del Valle
que yo en su manto me escudo.
Décima popular
Por las calles de mi pueblo
se pasea una princesa;
el cielo luce encarnado,
zagalas vienen bajando.
Mi pueblo que canta y reza
a sus pies está postrado.
Aquí está tu pueblo amado
Virgen del Carmen Señora
quien le canta, quien le ora
a tu corazón sagrado.
Gaita, Gustavo y Cervando Ríos
Corred, Madre de Dios, volad, volad,
Y vuestra radiante aparición destierre
La bruma emponzoñada que nos mata,
La asoladora y aterrante peste.
Ya del calvario divisamos todos
La cariñosa divinal Pastora,
Unico consuelo a nuestros males,
Bálsamo aplacador de la congoja.
De ‘Himno a María‘, Padre Giménez
LA VIRGEN EN ENERO
El 25 de diciembre, en la época de las viejas fiestas del solsticio, nace Jesucristo. Durante el mes que sigue, hasta el 2 de febrero, día de la fiesta de la Virgen de la Candelaria, en la región andina se celebra el Niño sagrado con las “paraduras”. En cada casa campesina y en muchas de la ciudad, y en oficinas públicas y comerciales, se canta alrededor del pesebre los versos que cuentan la vieja y siempre maravillosa historia del niño que nació para redimir al mundo, y se completa el rito con un rosario cantado a la Virgen María, madre del “Niño verdadero” (una estrofa de la paradura dice: Vamos los pastores/ a coger romero/ que dejó sembrado/ Niño verdadero). El misterio del año nuevo es el misterio de un parto, de la esperanza que renace de un cuerpo de mujer divinizado.

En el mes de enero cae también la fiesta de la Divina Pastora de Santa Rosa, una de las advocaciones de la Virgen más amadas en Venezuela, por el auxilio que siempre ha prestado a sus fieles, y especialmente en la ocasión de una epidemia de cólera en el año 1856. El 14 de enero de ese año, su imagen fue llevada en procesión del pueblito de Santa Rosa a la ciudad de Barquisimeto, para que su presencia prestara más fuerza a su poder de curar. Milagrosamente, se arrestó la epidemia y desde entonces, todos los años en ese día, una inmensa multitud la acompaña en el mismo recorrido.
En Venezuela, durante el mes de enero, en la intimidad del campo y entre miles de personas en las calles, se celebra la Virgen María.
En la bella iglesia de Santa Rosa, en la víspera de la gran fiesta, celebran una misa para despedir a la Divina Pastora, que va de visita a las parroquias de Barquisimeto. Ella bajó ya de su lugar sobre el altar. Está sentada en un trono luciente, con el Niño entre los brazos, rodeada de fieles que le traen “promesas”, buscando y agradeciendo su ayuda en las crisis de la vida. Levantan a los niños para que reciban la bendición de su cercanía. Después de la misa, a puertas cerradas, los devotos autorizados la bajan y la visten; ella tiene ricas joyas y maravillosos trajes y hasta cabellos, ofrecidos en cumplimiento de promesas. Cada año va de visita con trajes nuevos.

En un páramo remoto, un grupo de jinetes viaja desde el amanecer para llegar a la casa de Claudio. Desde el otro lado del valle viene a pie el cantor. El hijo del dueño toca cuatro. Ya llegó el violinista, tocan unas piezas alegres mientras va llegando la gente. En la cocina las mujeres están pelando papas para la sopa. En la sala el Niño, entre San José y la Virgen y muchas ovejas, está acostado en su pesebre.
En Santa Rosa, las misas empezaron a las siete de la mañana. A la una de la tarde la Divina Pastora, resplandeciente en su traje blanco y rodeada de azucenas, sale de la iglesia a la plaza repleta de gente emocionada. Empieza el largo paseo, a paso lento; quienes cargan en hombros a la Virgen, turnándose, están cumpliendo promesas. Por momentos casi no pueden avanzar por la multitud en la avenida, un océano humano de vivos colores, de devotos de todas las edades, muchas de ellos mujeres vestidas con el largo traje morado de la Virgen y cargando la cruz o el cayado de pastora. Algunos cantan o recitan la letanía. Hace un calor inmenso, el sol envuelve toda la ciudad; algunos caminan con la Virgen un tramo del recorrido y se retiran, pero muchos otros, por promesas, la acompañarán todo el día.
Llegaron todos los invitados a la casa de Claudio y se acomoda la sala para cantar el rosario. Por una promesa particular de esta familia con la Virgen del Carmen, se le canta a ella un rosario antes de hacer la paradura. Todos los hombres se sientan en los bancos de la sala; no les está prohibido a las mujeres estar presentes, pero el rosario lo cantan los hombres, celebrando ese gran misterio de la maternidad. Cantan con gran fervor, el grupo contestando con voz aguda los versos del cantor principal. Cantan los siete misterios, luego la letanía. En la sale se mezcla el olor de incienso amargo de las albricias que adornan el portal con la lumbre de las velas y el calor de la devoción.
La Divina Pastora, parándose en varios lugares del camino, llega ya, al final del día, a la catedral. Su paso ha sido celebrado con aplausos, cohetes, campanas, arcos de flores, banderas blancas y azules en las ventanas y por las bandas de músicos de la ciudad. En ese día la ciudad de Barquisimeto, el Estado Lara entero (y mucha gente que ha llegado de otros lugares), se ha unido en un solo sentimiento de adoración. La Virgen es así: ella es una sola y de todo el mundo; y al mismo tiempo tiene sus momentos particulares que tocan el corazón como las canciones que se oían en la infancia.
Avanza la tarde sobre el páramo. Se reúne la gente en la sala para cantar la paradura. Según los momentos que indican los versos, se prenden las velas y se sale en procesión al patio. Los primeros padrinos cargan al Niño, los segundos a San José y la Virgen. Las llamas de las velas se agitan, el violinista se inspira, caminando al lado del Niño. Se vuelve al pesebre; el Niño, ya de pie, da su bendición a todos. La gente empieza a pensar en el largo camino de regreso. Se sirve la sopa y el pan dulzón. Durante todo el día se ha ofrecido a quienes querían el aguardiente. El último brindis y de nuevo el rosario. La santísima Virgen, la madre del Niño, recibe el último saludo.
La gente vuelve a su casa, a pie, a caballo, en carro, en bus, y se siente feliz, con una felicidad que llena el espíritu. Una vez más se ha encontrado con Ella, la ha visto encarnada en una imagen, humilde o majestuosa, ha sentido su presencia de madre, su promesa de bien y su misterio.
LA MARÍA DECENTE
La devoción a la Virgen María le da dulzura y consolación a la vida de sus fieles. Ella es parte del alma de Venezuela. Fue inspiradora de heroísmo durante las guerras de la Independencia; Simón Bolívar la veneraba. Su imagen se encuentra en los altares de las casas campesinas. Se le han dedicado muchos cuadros y esculturas y muchos poemas, cultos y populares.
Sin embargo, su influencia no ha sido siempre liberadora. La iglesia insiste mucho en su pureza, que por contraste enfatiza el estado de miserable pecador de quien se le acerca, buscando su intervención ante Cristo para ser ayudado o perdonado. “Coronemos a María con flores de pureza”, dice un afiche; la Pura quiere llevar la pureza de sus devotos como adorno.
Como modelo de vida ejemplar para las mujeres propagado por la iglesia, interesada en imponer y conservar la moralidad y las buenas costumbres europeas, la imitación obligada de la Virgen fue por mucho tiempo, y puede ser todavía, fuente de inhibición y frustración. Aunque el hombre en este país en general no ha vivido según la moralidad declarada, sino que más bien ha sido polígamo e irresponsable con su familia, se ha pretendido que la mujer obedezca a las reglas, siendo pura, fiel y siempre sumisa al hombre.
En las clases pobres y marginales, donde por su necesidad de sobrevivir con sus hijos sin el apoyo constante de un hombre, la mujer no ha podido darse el lujo de vivir según un modelo parecido, esa presión moral ha tenido menos efecto; pero entre la gente “decente”, desde los tiempos de la colonia hasta el siglo XX, mantenía a la mujer dentro de un ámbito restringido a la casa, la maternidad, la iglesia, con muy pocas posibilidades de educación o de actividades y pensamientos propios.
Seguramente algunas mujeres se han sentido realizadas viviendo dentro de estos límites y llevando una vocación de servicio; pero para la mayoría no ha sido así. El siglo XX vio una rebelión exitosa de las mujeres venezolanas contra sus restricciones, la cual fue dirigida también contra la religión convencional y el modelo mariano [18].
El retrato convencional de la Virgen como mujer purísima, esposa fiel, madre devota por excelencia, siempre sometida a la voluntad del hijo, fue creado y es mantenido por el interés de los hombres. Vista desde esta perspectiva, María no es una “virgen” en el sentido original de mujer autosuficiente, sino algo más parecido a lo que en otras tradiciones se ha llamado una “diosa consorte”, que tiene poder sólo en función de su relación con el dios masculino y que satisface a las exigencias masculinas. (En el caso de María, por supuesto, su relación con el dios dominante es de madre, y no de esposa como en otros contextos.) Desde esta posición puede consolar y auxiliar, puede ser ejemplo de sacrificio y devoción, pero no alcanza a ser modelo para una vida de mujer íntegra, ni representante de lo femenino en su poderosa totalidad.
LA MARIA DEL PUEBLO
La Virgen María, quiéralo o no la iglesia, representa en la vida de los pueblos algo mucho más grande y más profundo que la mujer moralmente ejemplar. En Europa, a partir de la edad media, fue adorada por algunos como reina absoluta del cielo y de la tierra y retratada con una belleza de matices a veces sensuales, de diosa del amor. En los campos había asimilado los poderes positivos de las antiguas divinidades de la fertilidad.
Al llegar a América su imagen, que tan insistentemente acompañaba a los colonizadores y impresionaba por su dulzura materna a los indígenas, se fue identificando también con la de las diosas locales. Algunas advocaciones de María, sobre todo las que la asocian con animales (la Divina Pastora con el lobo, la Inmaculada con la serpiente bajo el pie), se asimilaban fácilmente a las creencias en divinidades de la naturaleza. Por otra parte, la persecución eclesiástica de los “herejes”, indios que no abandonaban sus cultos y prácticas tradicionales, hizo que los dioses indígenas se vistieran con los nombres y atributos de santos cristianos que en algo se les parecían.
La Virgen de la Candelaria, por ejemplo, probablemente hereda en los Andes las funciones de divinidades de la fertilidad indígenas, y africanas también [19]. En las celebraciones que se le tributan en su día, el 2 de febrero, en varios lugares del Estado Mérida, se mezclan elementos convencionalmente católicos con otros contrastantes. Mientras entran los vasallos de la Virgen en la iglesia de Mesa Bolívar al inicio de la misa, se oyen al mismo tiempo el órgano que acompaña un himno a la Virgen y los tambores y maracas, violín y cuatro, que marcan el paso de los danzantes. Las danzas que ellos ejecutan en la plaza luego de la procesión por el pueblo, representan animales del campo y momentos de la siembra y cosecha de cultivos. Aquí la madre de Dios es patrona de las tierras.
Encima de todo, sea para la gente del campo como para los desheredados y marginados de los barrios que han proliferado en este siglo, María es una madre de compasión total, a quien no le importa si la vida que lleva su devoto es pura o correcta o hasta legal. Ama a sus hijos todos, les concede sus favores milagrosos en todas las crisis de la vida, sea de salud o otros apuros. Como mujer, ayuda a concebir, ayuda a parir y ampara con ternura especial a los niños. No le importa que se le rece en la iglesia o en la casa frente a una imagen un poco rota que el cura, por ello, no quiso bendecir; o en compañía de espíritus indios y negros en un altar del culto de María Lionza.
Su conexión con su hijo Jesucristo, por supuesto, no se olvida; pero no es, en la conciencia popular, una relación de sumisión por parte de ella. Ella es La Madre, y no necesita de ningún apoyo masculino para dispensar su amoroso poder.
LAS VIRGENES QUE SE HACEN
La Virgen María es un tema preferido por los artistas del pueblo, muchos de los cuales tienen una relación especial con ella.
Juan Félix Sánchez empezó a construir su santuario del Tisure para conmemorar a la Virgen de Coromoto. Mirando un día el llano distante desde su valle paramero, se puso a pensar en ella y “recordó” que se acercaba el tercer centenario de su aparición. El recuerdo fue como un comando; allí comenzó su espléndida obra de arte y devoción. Hizo una capilla-bohío, con las figuras de la Virgen (que mandó traer) y de la familia de los indios asombrados por su visión [20]. Como anotó en su diario del año 1952: “algunas buenas gentes que por allí pasan empezaron a ponerle velas, por lo que muchos de los parameros (como decimos) se han acostumbrado a adorar allí a Nuestra buena Madre la Virgen María”. Siguieron la Capilla Grande, el Pesebre, la Crucifixión y demás monumentos, ya celebrados por toda la nación. Más tarde, en 1983, Juan Félix Sánchez consagró su segunda iglesia, en el pueblo de San Rafael de Mucuchíes, a la patrona de Venezuela, haciendo esta vez él mismo su estatua para el altar.
La tallista Elena Romero de Barquisimeto también ama retratar a la Virgen. Ella es Elena Pastora, por promesa a la Divina Pastora. A su madre se le habían muerto ya dos hijos y cuando nació ella, sin dificultades, la presentaron ante la Virgen agradeciéndole su intervención. Dice Elena Romero: “La fe es la que prevalece. Yo hago mis santos y les pido a ellos.” Hace las figuras que para ella tienen relevancia; por ejemplo, de una Virgen del Carmen dice: “Me vine de la iglesia con la impresión. Dije, yo voy a hacer una igual. La Virgen del Carmen es muy milagrosa, cómo no, ella es la que saca la gente del Purgatorio.” Sigue hablando Elena: “A María Lionza le tengo muchísima fe también. Cuando puedo voy a Sorte. Pido un permiso y me echo un baño. Allí somos hermanos, como es. Estas cosas de brujería no me gustan, únicamente una devoción que le cogí. La Reina María Lionza no es propiamente una Virgen, ella es un mito, una leyenda, pero uno le tiene fe…”
Una gran artista que tiene ya muchos años dedicada a la “imitación” de la Virgen, ya sea en su obra, ya sea en su propia vida y persona, es Rafaela Baroni:
“La santísima Virgen para mí es la madre universal en la cual todos nos apoyamos. Por más que tengamos nuestra madre que Dios nos dio en la tierra, siempre nos confiamos más en ella. Lo que nosotros podemos pedir, si el hijo no quiere, ella nos lo concede – siempre el hijo hace lo que madre dice…

“No comparo en nada la parte divina de la santísima Virgen con una cosa de espíritus que las personas tienen por razones tradicionales. Eso de María Lionza son creencias de las personas…
“La madre principal es la santísima Virgen. No hay cosa que me hace sentir más feliz que hablar de ella, demostrar mi fe. Me gusta demostrar mi fe en todas las cosas de la vida, hasta en los colores de vestir: el blanco, el azul. Hasta en mi mortuoria quiero tener un traje azul. Quiero usar lo que ella en mi pensamiento usaba en la tierra.
“Cuando me curó de los ojos, que yo estaba ciega, la soñé primero. Qué tan grande era mi fe cuando ella dijo ‘yo soy la Virgen del Espejo y te vengo a curar’! Sentí su voy tan misteriosa en mi ser. La gente me decía que no existía esa Virgen, que no había una Virgen con ese nombre, pero era falso, ella ya existía [21], y después que yo he publicado mi fe y hecho mi capilla y las tallas de ella, se ha hecho conocer mucho más, y se han dado muchísimos milagros en su nombre.
“Cuando tengo que hacer cualquier cosa importante le pregunto a ella; y cuando veo que está sonriente la hago y cuando está seria no. Esta la parte mía de las cosas de los espiritistas, que yo le hable así a la Virgen. Cuando me pongo a labrarla la veo pasar, pasa por allá y pasa por acá. Ella está viendo como está quedando la talla.
“No hay ningún otro ser más especial para mí que la Madre. Es la diosa más especial en toda forma. Todos los demás amores son por interés, pero ella mientras el hijo más mal se porta, más ella lo quiere, más siente lo que a su hijo le puede pasar… Hay seres muy pecadores que la gente dice ‘no tiene perdón’, pero la Virgen perdona todo lo que se hace sin mal corazón. Ella salva a todos, todos los que rezan su santo rosario.”
LA DIOSA OSCURA NUNCA MURIO
La Virgen María cautiva a la gente con su imagen de amor y compasión. Por su asociación con la luna y las aguas representa también una diosa de fertilidad y en eso puede sustituir a los antiguos espíritus femeninos de esta tierra. Pero esto no es todo lo femenino. Tienen que ser reconocidos los lados más oscuros de la Diosa, su capacidad de encanto y de destrucción, su afinidad con el amor sensual y la muerte.
En realidad estos aspectos de ella nunca han sido olvidados, ni han faltado sus imágenes, en Venezuela. Sobreviven figuras indígenas, como Pulowi. Existe una serie de leyendas de origen europeo que personifican a la hembra de poderes ‘malos’, como el Anima Sola que frecuenta los caminos, las Damajuanas y otros fantasmas de las plazas y de los lugares solitarios que seducen y matan de horror a los hombres. El Arca andina es un caso de “espanto” mestizado.
El pueblo ha mantenido siempre abierto el acceso a la dimensión tenebrosa de los espíritus que rodean al mundo humano. Prácticas mágicas, desde sencillos rezos hasta los ritos y trances de curanderas y brujas (y sus equivalentes masculinos), comunican a la gente con una dimensión desconocida, y sin embargo condenada, por el cristianismo convencional.
Estas prácticas y la creencia y en espíritus de diferentes tipos perfilan la búsqueda de una divinidad más completa que las convencionales, que tenga una imagen más íntima, más consonante con la vida de este pueblo, y en cuyo ámbito se disponga de los poderes sobrenaturales que esta tierra siempre ha reconocido.

LA NUEVA MARIA
Cuando brota en el alma de la gente el hambre por una presencia tangible que responda a sus perplejidades y necesidades, surge una divinidad para satisfacerle. La religión católica no fue suficiente a la larga, ni a nivel de creencias ni de comunidad, para contener las angustias y los anhelos de una gran parte del pueblo venezolano.
La justicia ha sido ajena siempre a la sociedad de este país, y en el curso del siglo pasado las condiciones materiales y espirituales de las clases de pocos recursos empeoraron. En la época del boom petrolero y hasta el día de hoy, cientos de miles de personas han dejado sus raíces en el campo para vivir en la miseria en los barrios de las grandes ciudades: miseria que no es sólo pobreza material, sino falta de perspectivas, de esperanza, de apoyo, de seguridad. La familia, que nunca fue una base confiable para la mayoría de los venezolanos, se ha deteriorado aun más en estas condiciones; y el peso de la crianza, sin ayuda, de los hijos, cae en las mujeres.
Cuánto peso ha caído en las mujeres a lo largo de la historia de Venezuela! Despojadas de la seguridad que les daban sus papeles (secundarios o no) en las sociedades precolombinas, bajo el régimen machista impuesto por los españoles, tuvieron que asumir la manutención de hogares precarios y de los hijos, en su gran mayoría ilegítimos. Tantas veces traicionadas y abandonadas por los hombres, han enseñado a sus hijos a considerar las relaciones de pareja como el campo de una batalla con treguas fugaces.
¿Qué nueva divinidad podía surgir en medio de esa constelación de experiencias, sino una diosa? Los hijos – y todo el mundo es hijo o hija – están acostumbrados a que el poder que manda en sus vidas sea el de una mujer, la madre. Es en la madre que han conocido el calor y el consuelo.
Tampoco puede sorprender que esa diosa y su culto tengan sus lados terribles. Aparte de la situación particular de este país, ésta es la época de la reivindicación de la mujer; y la fuerza que está cobrando a nivel mundial no está libre de elementos de venganza contra los hombres y el mundo masculino construido por ellos. En su aspiración de poder, pública y personal, la mujer busca el apoyo de las diosas, nunca realmente olvidadas, de las sociedades antiguas.
Puede causar miedo, entonces, esa diosa vuelta a nacer aquí, autónoma, de aspecto dual, buena y mala al mismo tiempo. Se habla de “regresión”, de “irracional”. Pero María Lionza no es otra cosa que la diosa madre de siempre. Ella surge en el inicio de los tiempos; pero también está presente cada vez que los seres humanos buscan equilibrar su razón y su afán de dominación con actitudes más intuitivas, y quieren entrar en contacto con lo más profundo de ellos mismos, sean las profundidades oscuras como de la luz.
La diosa María Lionza es sobre todo una respuesta al sufrimiento y a la represión. Es violenta y castigadora y al mismo tiempo tierna, consoladora y hermosa con la belleza de los sueños que compensan la fealdad de la vida real. Se le acusa de proteger la delincuencia y el amor prohibido. ¿Cómo podría no hacerlo? Hasta la Virgen cristiana, que reinaba y reina sobre las ambiciones de la gente privilegiada, la que puede darse el lujo de vivir dentro de la ley, escucha y ayuda a cumplir sus deseos a los transgresores que le rezan con fe. María Lionza conoce sólo las leyes del corazón y de la necesidad; y da su ayuda a todos sus creyentes.
El aspecto tenebroso de la figura de María Lionza no es, de todas maneras, la principal. Sus castigos no caen inmerecidos, sino como consecuencia de abusos. No todos sus seguidores creen en las leyendas de sus agresiones sexuales contra los hombres. Cuando aparece en los trances de los médiums es noble, tierna, emana cariño maternal. Sobre todo, en su reino infunde el espíritu de la hermandad. Pertenecer a su culto significa para muchísima gente encontrarse por fin apoyada por una comunidad verdadera. Ser hermanos espirituales es mejor que pertenecer a una familia biológica, si es una relación fundada en el respeto. En las comunidades los devotos consiguen la comprensión mutua y la esperanza de curar sus males y resolver sus problemas.
A los médiums también, trabajar en el culto les ofrece la posibilidad de poner al servicio de sus prójimos facultades que al no desarrollarlas en esta forma podrían convertirse en fuente de enfermedad psíquica. Especialmente a las mujeres fuertes, les brinda un campo donde desplegar sus poderes, con una gran medida de autonomía y correspondidas con el respeto que merecen. El culto ofrece el espacio para desarrollar la vocación mística.
Los orígenes de la diosa y de su culto no han sido y probablemente no pueden ser aclarados con precisión. Parece que surgieron a partir de un culto de los indios de Yaracuy a una divinidad del agua y de la fertilidad. Se cuenta muchas leyendas alrededor de la figura de “María Lionza”. Algunas dicen que fue una muchacha rubia atrapada por los encantos acuáticos de la montaña y adoptada por la onza; otros, una reina caquetía que encabezó una rebelión contra los españoles; otros, una señora muy rica amada en la región por su generosidad. Su mismo nombre revela, por supuesto, un sincretismo con la Virgen cristiana. No es necesario, a falta de pruebas, escoger entre las versiones – y son innumerables -, pues todas contribuyen a la constelación de fuerzas que representa esta diosa para sus creyentes.
El culto empezó a cobrar importancia en la época gomecista; y a partir de entonces no ha parado de extenderse. Al llegar a Caracas encontró una acogida inmensa entre la gente pobre y marginada de los barrios; sin embargo, nunca fue exclusivo de los pobres, sino que también atrajo – y sigue atrayendo – a ricos y a personas de poder hasta en las altas esferas del gobierno. En los últimos años se ha extendido no sólo a las grandes ciudades sino también a los pueblos del interior y más allá de las fronteras del país, al Caribe, a Miami, a Colombia y Ecuador.
Durante las diversas fases de su desarrollo, sus ritos y creencias se han ido modificando. La influencia africana, mediada por cultos del Caribe, ha sido muy profunda. El número de las “cortes” del panteón que, según el concepto de los fieles, rodea a la Reina María Lionza, va aumentando según las regiones y los grupos que se involucran en el culto: cortes raciales, nacionales, regionales, hasta profesionales. Existen ideas y prácticas comunes a todos los adeptos: el uso del tabaco para inducir estados inspirados, las posesiones que permiten a los médiums diagnosticar los males, los baños y “despojos” que liberan de malas influencias; pero no existe una coherencia general, ni existirá en un futuro previsible, puesto que el culto no para de crecer y asumir aspectos nuevos.
María Lionza, madre, reina, diosa, es la respuesta a la necesidad de una divinidad del presente. Esto no significa, por supuesto, que se deje atrás la fe en Dios y la Virgen. La mayoría de los devotos no siente ninguna contradicción entre su fe cristiana y el hecho de pertenecer al culto de María Lionza; y en muchos altares de la nueva diosa Cristo, la Virgen María y varios de los santos cristianos tienen un lugar central. Es más, hay devotos de María Lionza que no hacen diferencia entre ella y la Virgen cristiana. A nivel arquetípico, podemos ver quizás a María Lionza como una diosa compuesta, que une los poderes mágicos y la afinidad con la naturaleza de las antiguas divinidades autóctonas, y el espíritu de compasión de la Virgen madre.
No podemos hablar de “diosa compuesta” sin mencionar un fenómeno que parece cobrar fuerza en años recientes entre una parte de los devotos del culto, es decir, el desdoblamiento de María en dos figuras distintas, madre e hija, María La Onza y María Lionza. Pareciera que a lo largo sea demasiado difícil para los seres humanos concebir como una sola unidad características tan contrastantes como las de la diosa madre. Así sucedió en la historia de las religiones (por ejemplo, en Grecia y en India, con la excepción de la diosa Kali): la Gran Madre del origen se fue dividiendo en varias diosas, cada una de las cuales representaba un aspecto de su poder. Así sucede ahora con María Lionza. María La Onza, la mayor (es ella, según una sacerdotisa, que está retratada en la estatua de la autopista en Caracas), es la que domina los poderes oscuros, y es a ella que se acude para pedir plata o venganzas o poderes inmorales sobre otras personas. Ella es sensual y devoradora de hombres. Su hija, María Lionza, en cambio, es pura y buena y sana los males; y no se le puede acercar sino con propósitos de bien.
LA DIOSA DE LA RAZA

El 12 de octubre, “Día de la Raza” en Venezuela, cumple años María Lionza. En ese día, decenas de miles de sus devotos viajan a los santuarios de Sorte y Quiballos para celebrarla. En los portales con su acostumbrada carga de velas y flores y brindis de dulces y licores para los espíritus, aparecen además enormes y suntuosas tortas que brillan bajo los rayos de sol que filtran entre los árboles. Muchos de los devotos están vestidos con los colores de la bandera nacional.

En el culto de esta diosa se reconoce el esfuerzo que surge desde la raíz del pueblo venezolano por llegar a ser una sola hermandad, unida por la sangre y por el alma. María Lionza es blanca, pero es concebida como una diosa india; y los espíritus indios tienen mayor jerarquía que los demás. Los habitantes originales de esta tierra, sobre todo Guaicaipuro y los otros caciques heroicos, son figuras de gran luz. Sin embargo, en las diferentes cortes que rodean a la figura central de la Reina, se congregan todos los grupos étnicos y nacionales que han contribuido a formar la patria. Los principales son los indios y los negros, y los blancos que se encuentran sobre todo en la corte libertadora y en la médica, pero existe además la corte específicamente española, así como la árabe, la italiana, la colombiana y otras.
De igual manera las luchas históricas de la nación se reflejan en las leyendas y en las cortes. María Lionza, como Urimare, Tibisay y otras heroínas indias, combatió contra los conquistadores españoles, según uno de los cuentos sobre su origen. La corte libertadora, constituida por Bolívar y sus ayudantes blancos y negros (sobresale entre ellos el Negro Felipe), es una de las más populares; Bolívar, cuando aparece en los trances de los médiums, sigue pidiendo paz y armonía entre las hermanas repúblicas de Suramérica.
En el cumpleaños de la Reina, se da en el Palacio, la formación rocosa que es el punto más sagrado de la montaña de Sorte, una “embajada” de muchos espíritus, que se presentan a través de una “materia”, la médium escogida por ellos, con el único propósito de saludar y bendecir a su gente. “Bajan” con voces y hasta con palabras que todos reconocen; los hermanos del presente dialogan como en una obra de teatro con los hermanos del pasado: los caciques, los héroes de la Independencia, el médico de los pobres José Gregorio Hernández, unas mujeres indias o negras bien coquetas. Bolívar se presenta tosiendo, y todos empiezan a cantar el himno nacional. Cuando “baja” la Reina, la Madrecita, se siente una dulzura muy grande y todos se acercan para recibir su bendición.
LA MONTAÑA
El centro del culto de María Lionza es la montaña de Sorte en el estado Yaracuy, cerca de Chivacoa [22]. La diosa tiene allí su reino, compenetrado desde siempre con las matas y las aguas y escondido bajo la tierra, y desde siempre la gente ha venido para rendirle culto; ahora son miles y miles de personas que todas las semanas viajan en caravana a Sorte, de todas partes de Venezuela y más allá.
Mientras uno se va acercando a la montaña, a través de los cañaverales, siente un olor al mismo tiempo fresco y dulce, como una promesa de paraíso en la tierra. La masa verde de la montaña lo va atrayendo como si unas poderosas presencias lo estuvieran aguardando en sus faldas y entre los árboles.
Estamos aquí en la tierra para encontrarnos con ellos, las señoras y los señores de la creación. ¿Cómo podríamos morir sin haber recibido en la frente el beso dulce de la Madrecita? ¿Sin haber visto el gran Guerrero saltar por las rocas de la montaña sagrada? ¿Sin haber vislumbrado la belleza esplendorosa y terrible de la Reina del amor?
¿Cómo podemos vivir sin escuchar en los tambores los ritmos del corazón, sin vestir los colores de los sueños, sin acceso a las frescas aguas de la purificación? ¿Quién, si no la Diosa, nos dará fuerza para seguir luchando, esperando, amando, en este mundo monótono y hostil que todos los días nos toca soportar?
Aquí en su santuario nos transformamos, somos otra cosa. En estos lugares verdes somos todos hermanos.
Los portales en el bosque y las orillas del río rebosan de velas y flores y ofrendas para los espíritus: agua y licores, dulces y frutas y tabacos. Durante el día se hacen los baños y los despojos sencillos. En la noche se hacen las velaciones, los trabajos más fuertes. La oscuridad se transforma con las luces: las velas, el resplandor azul de la pólvora que se quema, los fuegos de los campamentos. Cuando la luna está llena el encanto es total.
Para subir al Palacio hay que tener el corazón puro y pedir permiso con mucho respeto a los guardianes en las estaciones del camino. Allí vela la Reina en su portal bajo la roca; el silencio está vivo y se siente el escalofrío del acercamiento a un misterio.
La Reina misma está aquí en la montaña, encantada. Los que en trances la ven, dicen que es una mujer bellísima. Algunos hombres, por querer entregarse a ella, se han tirado en sus pozos y se han perdido.
Aparece también en forma de culebra; y cuando vuela en torno una de esas mariposas grandes azules es ella misma, que está cuidando.
El espíritu mío va adonde está ella. Hay todo tipo de animales allí. Ella es muy bonita, joven, de ojos azules.
Aída
(Aída, sacerdotisa como su madre, desde niña, como su hija, participa del culto.)
Los dominios de María Lionza son sagrados,
Respétalos. No los profanes con envidias y maldades.
Este lugar es un santuario donde sólo se debe
Practicar el bien.
Los que intentan hacer el mal recibirán su castigo.
Es ley de la REINA
El Amor, la Bondad, la Compasión y la Paz.
La Montaña, 31 de enero de 1976. Edmundo Rosal.
Placa en el Palacio
Yo nada sé del origen…
Yo, que tan alba te quiero,
sólo sé que desde el fondo
menos claro de los tiempos,
después de la Inmaculada
eres la gracia del pueblo:
la que perfuma sus noches,
la que madura sus huertos,
la que afina las guitarras
y enluna los limoneros,
la que humedece los labios
cuando los mira sedientos,
la que da fuerza a los hombres,
la que da espigas al suelo
y dulzura a las mujeres
en la fragancia del seno
para que chupen los niños
tu cariñito materno.
José Parra
Ella me dijo: “voy a coronarte – te voy a coronar”. Y yo le dije: “¿por qué, que no soy ni bonita?” Un señor me trajo todo el atuendo. Tres días antes me dio una lloradera… Había mucha gente, fue una coronación muy bonita.
Doñana
(Doñana – Ana Vásquez [23] – llegó a Venezuela de San Tomé, pasando por Haití. Era sacerdotisa del vodú, pero cuando conoció a María Lionza decidió que “ella es la más grande”.)
EL PORTAL DE CLARA
“Yo soy Clarita Tarazona [24], este es el portal de Santa Clara, y yo soy clara como el agua. Yo consagré este pedazo de carne a Dios, a los hermanos celestiales. Soy una materia celestial.
“Cuando yo nací, el cura que me bautizó dijo: esta niña no estará tranquila ni siquiera después de muerta. Ella es demasiada inquieta, porque está aquí para cumplir una misión.
“Yo me desarrollé como materia espiritual a los veinticuatro años, para salvar a mi propia hija, que estaba desahuciada por los médicos, pero desde que nací tenía inquietudes. Mi abuela era una gran curiosa, era partera. Mi abuelo leía el tabaco y era maestro de luz. Tenía los conjuros para las culebras y para la gusanera del ganado. Yo cuando niña hacía cosas de barro, inventaba remedios, con ruda, con sapos, eran curiosidades de niña. En esa época me gustaba la corte bruja! Yo era muy traviesa, pero siempre era amante de los viejitos y los niños.
“Yo tenía un hogar, pero me lo destrozaron. A mi marido no le gustaba que yo me dedicara a los hermanos espirituales, tenía muchos celos. Al fin yo le dije: bueno, yo me quedo con el Negro Felipe, no me pega como tú. Tengo un esposo espiritual que es el Príncipe Seis de la corte hindú, pero yo no nací para pegarme a un hombre. Nací para pagar una misión aquí en la tierra, y la estoy cumpliendo como yo la quiero. Los hermanos espirituales son los que me dan a mí la luz, la conciencia, para hacerle este favor a la humanidad que es un favor para mí también.
“La mayoría de las materias son mujeres. Debe ser porque somos más quietas; los hombres desperdician sus poderes en cosas negativas. Lo divino, lo puro, lo espiritual no admite sexo. Entre más pobre e insignificante vive la materia, más puro será su espíritu y más poder tendrá para hacer el bien. La riqueza nuestra no está en la tierra.
“Yo empecé barriendo el portal, fui banco, limosnera, todo lo que fuera con tal de estar al lado de los hermanos. Pero lo mío nació conmigo, es natural. He leído libros, me gusta leer sobre todo las oraciones; pero los conjuros me nacen, son los hermanos espirituales que me enseñan. Ahora estoy escalofonada, con mi propio centro, estoy coronada.
“Hay materias curanderas y materias de tesoros y materias que bajan a los muertos. Yo trabajo para curar las enfermedades y para aliviar a la gente en sus problemas. Con la ayuda de los hermanos se puede aliviar hasta el problema más grave.
“En mi portal las cortes están por separado, para que cada una se vea. Yo trabajo con la corte celestial, con los indios, con la corte libertadora, con la médica, con algunos de la corte africana y a veces con las ánimas. Una no escoge a los espíritus que le van a bajar, sino que ellos le escogen a una.
“A los espíritus les pongo flores, luz y agua. Ellos no necesitan comida, no necesitan licor, eso es mentira; sólo a veces a algunos hermanos hay ofrecérselo, pero ellos lo que quieren son flores, luz y agua.
“El rey del portal es el Niño Jesús. Lo encontré cuando pasé en sueños la laguna cósmica sideral. Me lo entregó un hermano. Yo estaba muy mal en esa época y dije, no tengo ni techo donde tenerlo, pero el mismo Niño Jesús me dio la casa. Los espíritus más altos son los de la corte celestial, el Padre Creador del Universo, Jesús, La Virgen, con los santos y los hermanos de más luz. Si ellos no dan permiso, ningún otro espíritu puede pasar.
“Después viene la corte de la Reina, allí están Guacaipuro y el Negro Felipe. Ella afina con las cortes indias y algunos de los negros. Siguen la corte libertadora, la india y la africana. Después de los celestiales, los indios son los espíritus más puros sobre la tierra. Ellos son nuestros protectores. La corte africana es la de los trabajos más fuertes, usan sangre, vidrio, candela, y se les pide cuando hay problemas más graves.
“Las ánimas son los hermanos recién desencarnados. Cuando se atraviesan las ánimas en el portal, piden luz y agua. Algunos no conocieron la vida espiritual aquí y tienen que volver para molestar y pedir luz.
“Por debajo de todos está la corte de las tinieblas, la negra, de la izquierda, de Lucifer.
“La corte médica también es celestial. Ellos tienen la diferencia de que no fuman tabaco sino cigarrillo. Allí están José Gregorio Hernández y todos los médicos que han creído en la Reina.
“La Reina María Lionza, la madrecita india, es la madre de todos nosotros. Ella es el espejo de la Virgen María en la tierra, la misma madre sólo con otro nombre.”
LA REINA DE LOS ARTISTAS
Los monumentos a María Lionza que se encuentran en Caracas destacan sobre todo su poder. Tanto la estatua de la autopista, del escultor Alejandro Colina, como el mural del Círculo de las Fuerzas Armadas, de Pedro Centeno Vallenilla, la muestran como una hembra de cuerpo duro y aspecto imponente, por no decir temible. En sus santuarios en Sorte, como en los templos y casas particulares donde se celebra su culto, las figuras de los altares son más bien hieráticas, de una belleza majestuosa y al mismo tiempo dulce, parecidas a las imágenes de las santas cristianas. (Muy probablemente, algunas son imágenes de santas convertidas en retratos de la Reina.)

En tiempos recientes también los artistas populares, llevados por la creciente demanda de imágenes de ella, están descubriendo a María Lionza como tema para sus obras; y en sus fantasías parece predominar el aspecto de Virgen de la selva, amiga de los animales salvajes y dueña de una naturaleza risueña y fresca.
A través de los artistas la diosa se nos revela en todo su esplendor: hembra aterradora, madre y doncella.

LA DIOSA SIN NOMBRE
La diosa, la de siempre, inspira a los artistas para que la revelen y celebren sus obras. No hace falta que le den nombre específico ni que digan que es a “Ella” que están retratando; ella se reconoce.
Por momentos puede manifestarse en su aspecto más terrible, la hembra devoradora con el sexo dentado o la dueña de las muertes. Otras veces se revela como creadora en medio de la naturaleza o con el cuerpo vegetal de la tierra. O es la madre que abarca a todos los seres en el calor de su corazón abierto.
Parece que este país permite la gestación de todas las facetas de lo femenino, tanto como vivencia como en forma de visiones. Las mujeres en particular pueden conocer lo más abyecto de la condición femenina, como pueden concebir la plenitud de la integración espiritual a través de un mándala de referencias criollas.
Inacabada espléndida mía que ordena y fija sus aves
en las sagradas visiones, que azuza enormes ligeras flores
contra la locura, su implacable vigilia,
que anda en sueños como la primavera en las alturas de la patria,
que hace oscura la fragancia del mar
de la noche sobre el reposo de los hartos.
Ana Enriqueta Terán
Regreso al origen
soy tallo devorado
sudor de grietas
ánima
mujer.
Camino bajo el sol poblado
hablo el lenguaje de las piedras.
Diálogos múltiples
sin razas ni atuendos
animal
mineral
vegetal:
Mi voz.
Mireya Krispin
Se cuela lentamente
por las grietas de mi ser
un amor nuevo –
savia de la madre,
luz de noches fecundas
más allá de la memoria.
Rowena Hill
SERMON PARA CONCLUIR
En esta breve crónica de las manifestaciones de la Diosa en Venezuela, hemos visto cómo ella se ha revelado en formas diferentes según las etapas que ha vivido el país: primero la gran madre generadora y mortífera de los indígenas, que se convierte en figura secundaria, peligrosamente seductora, con la venida del patriarcalismo; luego la Virgen cristiana, tierna y compasiva, pero al mismo tiempo promotora de leyes ajenas; y por último una nueva diosa autóctona, María Lionza, que resume elementos de las dos tradiciones, en un esfuerzo de sincretismo que quiere también rehacer, en un nivel aceptable por el mundo moderno, una figura revestida de todo el espectro de los poderes femeninos.
Fenómenos parecidos se pueden observar en otros países de Suramérica y del Caribe, que han sufrido el mismo destino de la colonización europea y de la búsqueda de una identidad propia en el sincretismo cultural, búsqueda complicada por la necesidad de adaptación al mundo moderno.
En Venezuela, por la particular crudeza de la invasión española y de la ruptura con el pasado indígena, y más tarde por la violencia de las transformaciones impuestas por la explotación del petróleo, la confusión de perspectivas y la sensación de desarraigo han llegado a niveles extremos. En todos los aspectos de la vida se sufren contradicciones. Los viejos valores, incluyendo los originales, del pasado indio, nunca se olvidan completamente, mientras los más recientes no terminan de ser asimilados y de convencer. Las personas sufren el despedazamiento de la propia identidad.
En la tarea de recuperar la claridad y de traducirla en una realidad social vivible para todos, nos pueden ayudar las diosas. Ya vimos cómo una de ellas, María Lionza, recoge a su alrededor muchas manifestaciones de un pasado supuestamente reprimido y superado: una sociedad fraternal, el contacto con una naturaleza exuberante, maneras de curar y de resolver problemas de acuerdo con las antiguas tradiciones.
La ascendencia de María Lionza corresponde a una tendencia más generalizada en el mundo, una reacción contra muchos siglos de dominación masculina, de la cual el machismo y el imperialismo son igualmente manifestaciones. La reivindicación de la mujer en el curso del presente siglo, y el retorno de la Diosa a la conciencia de Occidente, propician la restauración de valores femeninos eclipsados: en el caso particular de este país, de valores precolombinos, propios de una esfera donde predominaba lo femenino.
Obviamente no es posible ni deseable volver a la sociedad tribal y sus estructuras. Pero el pueblo quiere que se le devuelva las relaciones basadas en un acuerdo social, la seguridad de apoyo y calor para los hijos. Que todas y todos tengan el espacio para desarrollar sus capacidades de amar y crear dentro de la colectividad.
La Virgen María, además, madre consoladora e imagen de perfección espiritual, sirve como apoyo caluroso en la lucha con las realidades difíciles de la vida, y como guía en la búsqueda de una interioridad amplia y lúcida.
El triunfo de la Diosa no significaría la derrota de ningún principio opuesto (y menos del género masculino). Consistiría en restaurar el equilibro que hemos perdido, entre la ley y el corazón, entre el afán de poseer y el gozo de celebrar, entre el intelecto que impone un orden abstracto y la imaginación que recrea el mundo en conjunto con la naturaleza.
Cada ser humano, hombre o mujer, puede encontrar dentro de sí la presencia de la Diosa; todas sus potencialidades son parte de nuestra herencia como raza. Todos, si quieren, pueden hacerse su propia imagen de Ella. Este libro ha querido ofrecer un panorama de las diferentes figuras que la gente le ha dado en Venezuela. Tantas otras formas esperan para ser plasmadas, por las manos o simplemente por la imaginación de quien con insistencia busca a la Diosa. Tenemos materiales sin límite aquí para construir su imagen: el esplendor de los paisajes que nos rodean, el poder de la magia y la medicina que aquí se despliegan, la compasión de las madres generosas, los vislumbres de la visión espiritual femenina.
Aprendiendo a conocerla, podremos saber lo que significa crecer enteros entre el cuerpo de la tierra y la luz del cielo. Tendremos la esperanza de ver difundirse de nuevo por la tierra angustiada su antigua y nueva luz.

Notas en texto
[1] María Manuela de Cora, Kuaimare, Caracas, Monte Avila, 1972
[2] Marc de Civrieux, Watunna, mitología Makiritare, Caracas, Monte Avila, 1970
[3] Civrieux, op.cit.
[4] Ettore Biocca, Yanoama, New York, Dutton, 1971
[5] Ramón Paz, Mitos, leyendas y cuentos guajiros, Caracas, Instituto Agrario Nacional, 1973
[6] Ramón Paz, manuscrito inédito, s.f.
[7] Michel Perrin, El Camino de los indios muertos, Caracas, Monte Ávila, 1980
[8] ibid.
[9] Gilberto Antolínez, Hacia el indio y su mundo, Caracas, Universidad Centro-Occidental, 1972; y Tulio Febres Cordero, Décadas de la historia de Mérida y Archivo de historia y variedades, Caracas, Parra León Hermanos, 1931
[10] Julio C. Salas, Etnografía de Venezuela (Estados Mérida, Trujillo y T chira), Mérida, Universidad de los Andes, 1956, p.72 (refiriéndose a Juan de Castellanos)
[11] Jacqueline Clarac de Briceño, Dioses en exilio, Caracas, Fundarte, 1981
[12] ibid.
[13] Octavio Dugarte
[14] Fray Nectario María, Venezuela mariana, ed. privada, s.f., p.27
[15] Eliseo Jiménez Sierra, La Venus venezolana, Caracas, Ed.Chicuramay, 1971
[16] Francisco Herrera Luque, Viajeros de Indias, Caracas, Monte Ávila, 1970
[17] Los datos de este capítulo (menos los de Betania) son sacados del libro de Fray Nectario María, Venezuela mariana, ya citado
[18] El libro Ifigenia, de Teresa de la Parra, describe los comienzos de esta rebelión.
[19] Jacqueline Clarac de Briceño, op.cit.
[20] Estas figuras han sido robadas o rotas por vándalos.
[21] La imagen de esta Virgen apareció en Mérida en el siglo XVIII y actualmente se encuentra en la iglesia del cementerio viejo de Mérida.
[22] La mayoría de los altares en el lado de la montaña que se llama propiamente Sorte fueron destrozados por vándalos.
[23] Doñana fue asesinada en su casa en Guanare.
[24] Espero que Clara ratificaría todavía hoy las cosas que me dijo hace ya varios años.
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