El Universal, mayo 98
La omnipresencia de la basura se ha convertido para mí en obsesión. Hace no muchos años, cuando caminaba con mi perro por los cerros detrás de mi casa, pasábamos por lugares frescos y verdes que hacían sentir que el mundo natural, prístino, quedaba accesible a poca distancia de la ciudad. Ahora caminamos por basureros y desperdicios regados en todas partes. Siento (mea culpa) odio por los seres humanos, recuerdo que leí alguna vez que el gorila, especie en extinción, es el único animal que ensucia el propio nido, y me asedian metáforas y paralelos de esta situación en la vida de la tierra. ¿La basura como emblema o lenguaje de su pérdida definitiva de inocencia a manos de la raza humana?
El primer modelo de la basura es, por supuesto, natural: la mierda. Pero los deshechos corporales, en condiciones menos «civilizadas» y con menos población que las que vivimos ahora, volvían tranquilamente a la tierra. Lo mismo podemos decir de los cadáveres, si ampliamos el concepto buscando su referencia más básica: la basura representa lo que fue (aunque que fuera por un momento) vida y ahora es sustancia desecha, en descomposición, muerte tangible.
Antes de la era industrial, los objetos (telas, platos, cajas etc.) que terminaban convirtiéndose en residuos, tenían una estrecha relación por sus materiales con la tierra que los iba a reabsorber; y mientras estaban en uso poseían la vida de estos mismos materiales «nobles» y de la creatividad de las manos que los habían transformado. Morían bien; y sus fragmentos que han podido sobrevivir todavía comunican vitalidad. Los objetos cotidianos de nuestras generaciones dedicadas a la producción/consumo, de plástico y otros materiales sintéticos, nacen en series ilimitadas, de sustancias ya de alguna manera descompuestas; nunca tienen sino una vida tenue y no pueden morir. La tierra los rechaza. Ni siquiera el fuego los elimina. Quedan allí depositados en toda su fealdad frankensteiniana.
¿Romanticismo, falta de perspectiva histórica y de respeto por las necesidades de la gente? Será, aunque lo único que en realidad quisiera pedir es que se «ponga la basura en su lugar». No estoy pensando – no tengo las condiciones – en soluciones al problema de los desperdicios a nivel mundial. Sólo estoy divagando en torno al tema de la basura; y voy a exagerar aún más.
Los seres humanos nos «plastificamos» cada día mayormente. Vestimos, comemos y tratamos nuestras enfermedades con sustancias sintéticas. Nuestra vida social y emotiva se desenvuelve en dimensiones alejadas de la naturaleza con sus ciclos perentorios, ya no sólo por el paso que representan las instituciones tradicionales sino, para mucha gente, por el siguiente, más grande, que lleva al interior de un mundo virtual, el mundo de la televisión y del internet. ¿Nos estamos convirtiendo nosotros mismos en desechos estériles, cáscaras, basura? Por otro lado, ya somos tantas y tantas personas sobre la faz de este planeta que muchas vidas carecen desde su comienzo de toda esperanza de alcanzar una plenitud, son como botadas.
Una buena muerte (lúcida y entregada) se considera tradicionalmente que fortifica el campo espiritual que acompaña el planeta. ¿Qué sucederá con tantas muertes malas, dopadas, violentas, sin sentido? ¿No pesan sobre la tierra, sobre nosotros, fantasmas como grabaciones malogradas que entorpecen el brotar de cantos frescos? ¿Y los campos mórficos de experiencias pasadas, ya en desuso: sensaciones, sentimientos, acuerdos, cosmovisiones, que según la teoría de Sheldrake, una vez formadas nunca pueden dejar de existir? El universo tiene la flecha del tiempo en su corazón; ¿esta esquinita no tiene un sobrepeso ya funesto de pasado?
Pensando en estos días en el fenómeno que tantas personas estamos comentando, la impresión que tenemos que el tiempo se está encogiendo, se me ocurrió que en esta especie de «basura cósmica» puede haber una explicación. No es que «el tiempo» está corriendo más rápido, sino que nosotros, que somos hechos de tiempo, por el esfuerzo que nos cuesta avanzar cargando el peso de tanto pasado desechado, ocupamos más tiempo.
Es sólo una idea, para jugar con ella, como el resto de estas divagaciones sobre la basura.
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